Se apoyó sobre sus codos para mirar quién había abierto la puerta y sonrió. Era él. Entró con ella en la cama y pronto notó su mano acariciando su espalda, suave, tímida, con dulzura. El contacto con sus manos le erizaba la piel, sus dedos subían hasta su hombro y después volvían a bajar. Melibea se giró y buscó la sonrisa de Jack bajo las mantas. La encontró y la guardó, para siempre, en su memoria, donde nadie podría arrebatársela.
Se acurrucó junto a Jack y volvió a cerrar los ojos, no era capaz de decir nada. Qué difícil es dejar salir un poco de amor cuando todo se colapsa en la garganta al querer salir a la vez.

que dulzura de amor, me ha encantado
ResponderEliminar(muchos besos)