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martes, 2 de abril de 2013

#411

Hell se despertó gritando y Heaven se asustó.

Cuando cayó en la cuenta de que estaba en su habitación en lugar de entre aquellas cuatro paredes de la sala de tortura, se tranquilizó. Sentada al borde de la cama, Heaven le miraba con recelo.

- Lo siento... Te he asustado. Sólo era una pesadilla. - La misma de todas las noches.

Pero ahora ella estaba allí. Hell quiso alargar el brazo para acariciarla. No lo hizo. Heaven parecía tensa y distante: rehuyó su mirada y volvió a concentrarse en ponerse aquel precioso vestido que había traído puesto.

- ¿Qué haces?
- Me marcho.

Hell observó la claridad acelerada de la mañana colarse por las rendijas de la ventana. Maldito amanecer... Reptó por encima del colchón y llegó hasta ella, hasta tenerla al alcance de sus brazos y poder rodearle la cintura como podía.

- No te vayas todavía. Desayunaremos algo. Además, estás en casa.

Heaven dejó caer las manos sobre el regazo, y bajó la cabeza hasta casi tocar el pecho con la barbilla. Suspiró.

- Esto no está bien...- confesó.

"¿No está bien?" Llevaba tiempo atrapado entre la muerte, el dolor, el sufrimiento y la mierda. De todas las cosas que aquella jodida guerra le había obligado a hacer por todos los diablos que ésa era la que más le dolía, pero aquello no haría que amarla no estuviera bien.

- ¿Qué es lo que no está bien, Heaven?

Ella le miró. No estaba dispuesta a ponerse en evidencia explicando lo que resultaba obvio.

- No debemos volver a vernos. Tienes que dejar de seguirme. Tienes que olvidarte de mí. 

Hell se incorporó y la besó detrás de una oreja, una y otra vez.

- No puedo...- le susurró.- No puedo olvidarme de ti...

No, no, no..., protestaba su conciencia mientras ella no encontraba fuerzas para obedecerla. Se volvió suavemente hacia Hell y le encerró el rostro entre las manos.

- Por favor...- le rogó mientras le acariciaba las mejillas.- No me hagas esto. Déjame ir.

Hell le besó las manos antes de levantarse. Se cubrió con el albornoz y buscó su portafolios. Sin mediar palabra, puso un papel delante de sus ojos.

Lo primero que atrajo la vista de Heaven fue el sello con forma de llama y, más abajo, la firma de Lucifer. Lo demás eran tan sólo cuatro líneas; las leyó.

- ¿Me crees ahora? Tengo sólo dos semanas para llevarle tu corazón a Lucifer.

Heaven le devolvió el papel haciendo grandes esfuerzos por mantener el pulso firme.

- No lo hagas.- fue lo único que se le ocurrió decir.
- No lo voy a hacer. Pero me depondrán; mandarán a otro en mi lugar a por ti. Tienes que escapar.
- ¿Y a ti? ¿Qué te ocurrirá?
- No lo sé. Probablemente me maten, pero eso no importa en este momento. Escúchame bien, Heaven, tienes que abandonar New York.

A Heaven aquello se le hacía un mundo. No era capaz siquiera de planteárselo. 

- ¿Abandonar New York? ¿Y hasta dónde llegaría...?
- A cualquier sitio. Tal vez España.

Heaven movió la cabeza de un lado a otro y suspiró.

Se dejó dominar por la desolación: los hombros caídos y la espalda encorvada.

- Estoy segura de que no llegaría muy lejos. Si lo que dices es verdad, no pasaría el primer control. ¡Dios mío, está en todas partes!
- Yo sólo soy el cazador que ha de entregar a la reina el corazón de Blancanieves en un cofre...

Heaven esbozó una sonrisa. Le pareció una comparación demasiado tierna para un asunto demasiado cruel. Recordaba cuando había ido con su hermana al cine a ver la película. Y, al recordarlo, fue como si empezaran a abrirse grietas de luz en una habitación oscura...

- Ya...- comenzó a decir con un brillo de perspicacia en la mirada-, pero el corazón que el cazador le lleva a la reina no es el de Blancanieves...

Hell la miró sin comprender.

- ¿Qué ocurrirá si le entregas el corazón a Lucifer?
- Las órdenes son claras, ya lo has visto...- Hell se resistía a ser explícito con ella.
- Me matarán de todos modos.- Heaven lo dijo por él.

Aunque Hell se negaba a admitir que aquélla fuera la última palabra, la última salida. Se rascó la barbilla, nervioso. 

- No lo sé... Podría intentar ganar algo de tiempo...

Ganar tiempo. A Heaven, aquello le sonaba bien porque una vez hubiera salido de allí, tal vez conseguiría huir sin dejar rastro. Y Hell... Hell debería hacer lo mismo por su lado.

- Pero, Heaven... - La miró más incrédulo que esperanzado.- ¿Estarías dispuesta a morir?

Ella sonrió y a él le pareció que tenía la sonrisa más dulce del mundo, que cuando Heaven sonreía su rostro adquiría matices divinos, que su sonrisa tenía algo de sobrenatural, y no porque realmente lo fuera, si no porque hubiera nacido con ello. Cualquier sacrificio valdría la pena si con ello merecía su sonrisa.

- No puedo hacer eso.- El rostro de Heaven se ensombreció.

Hell tomó su barbilla para alzarle el rostro. Ésa era la respuesta que buscaba.

- Vuelve a sonreír.

Y Heaven sonrió.

- Eres un buen chico, Hell.  De un modo u otro siempre lo he sabido. Pero la guerra nos ha condenado a bandos opuestos... Pase lo que pase, mi suerte está sellada en ese papel. En cambio, la tuya todavía no. Mírate el brazo, estoy seguro de que Lucifer tiene algo que ver. Y si estás vivo, si aún estás aquí, es por algo. Tú aún tienes una oportunidad.
- No sé adónde quieres llegar.- confesó Hell ante el lenguaje críptico de Heaven.

Y aquello le valió otra sonrisa. 

- A proponerte un trato. A proponerte que te comportes como el cazador: llévale a tu reina un corazón, pero no el de Blancanieves, Llévale a tu reina un corazón falso.


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