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lunes, 4 de marzo de 2013

#408


Tan solo tenía que mover el cierre de aquella verja que daba paso al jardín, pero las manos le temblaban tanto que al final tuvo que abrirla de una patada. La pequeña bicicleta cayó con estruendo.

No le importaba despertar a toda la casa, de hecho, eso era lo que quería. Se sintió a salvo nada más pisar el suave césped, que parecía recién cortado.

La sombra de unos árboles cobijaba un pequeño banco de hierro rodeado de flores silvestres y una pequeña fuente de mármol preciosa.

Una luz amarilla brillaba en la ventana superior, como si alguien hubiera olvidado apagarla tras una sesión de lectura. Aquel pequeño resplandor y el estado tanto del césped como de la casa, eran las pruebas de que estaba habitada.

"Estoy a salvo", se dijo mientras sus ojos acariciaban aquella pequeña mansión familiar. Era de piedra noble y estaba en un estado impecable a pesar de que estaba segura de que tenía varios siglos. Por primera vez, le preocupó su coartada. ¿Qué pensaría aquella familia al abrir la puerta y encontrarse con una muchacha desnuda llena de barro y sangre? Sin duda llamarían a la policía.

Tendría que dar muchas explicaciones, demasiadas. Pero en aquel momento aquello era lo que menos la preocupaba. Su vida era lo que estaba en juego. En dos segundos pensó en dar su identidad real y explicar que la habían secuestrado. La policía sin duda la llevaría de vuelta a su casa familiar, donde vivía con Hell. Pero su coartada tenía lagunas, su nombre edad real no correspondía a la apariencia que tenía y además, ¿qué haría cuando volviera a ver a Hell? De todos modos, en aquellas circunstancias, lo único que importaba era volver a su casa. 

Llamó al timbre sin resultado. Volvió a mirar hacia la ventana con luz, pero nadie se asomó.

Volvió a llamar.

Nada.

¿Y si no había nadie? Ante la duda, comenzó a golpear la puerta con determinación. Pero entonces se dio cuenta de que estaba abierta.

Entró gritando:

—¡¿Hay alguien en casa?! ¡Por favor, ayúdenme!

Nadie respondió.

Localizó el interruptor y encendió las luces del salón. Tenía un techo altísimo de vigas, el suelo de madera y unas gruesas alfombras blancas de pelos que contrastaban con la frialdad de las paredes de piedra. Había un sofá color beis con mullidos cojines frente a una chimenea de estilo Victoriano y una gran mesa de nogal del mismo estilo con sillas tapizadas a juego. Sobre la mesa había un MacBook Air junto a un teléfono muy antiguo. No dudó en descolgarlo.

Tenía sus dudas de que aquello funcionara. Sin embargo, el aparato dio señal de llamada en cuanto descolgó el auricular. Introdujo el dedo en el nueve y fue girando la rueda para marcar el número de emergencias.

Una voz ronca sonó al otro lado del teléfono.

—Póngame con la policía. ¡Por favor, rápido! No tengo mucho tiempo..,
—Tranquilícese, señorita, y dígame qué le pasa.
—Me han secuestrado. He logrado escapar y he entrado en una casa, pero no hay nadie y temo que mi captor me encuentre. ¡Por favor, vengan a rescatarme!
—¿Dónde se encuentra?
—¡No lo sé! Creo que a las afueras de New York, pero tal vez esté más lejos. Es una casa de piedra de estilo Victoriano al fondo de una arboleda... ¡No tengo la menor idea de dónde estoy! —gritó angustiada.
—No se preocupe. Localizaremos la llamada y mandaremos a una patrulla lo antes posible. No se mueva de donde está, por favor. Cierre la puerta y apague todas las luces para no llamar la atención desde fuera.

Se sentó en el sofá y sintió cómo el agotamiento vencía sus últimas reservas de energía. Una risa floja se apoderó de ella antes de que se quedara completamente dormida.¡Lo había conseguido! ¡Era libre! 

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¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )