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lunes, 14 de enero de 2013

#403


Pero, ¿y él? ¿Por qué parecía asustado? Hasta entonces se había comportado con firmeza. ¿Acaso estar a solas con ella lo intimidaba? Sus grandes ojos grises brillaban de manera especial, pero pensó que quizás el ligero temblor se debía a otra cosa.

- ¿Tienes frío? - preguntó ella.
- No. ¿Y tú?

Negó con la cabeza.

Se separó para poder observarlo mejor. La luna estaba arriba del todo e iluminaba su rostro. Su tez blanca lucía un leve rubor de mejillas. Tenía rasgos duros, el pelo muy corto, la mandíbula cuadrada y una barba de unos tres días que lo hacía aún más sombrío. Aún así, le parecía inofensivo a causa de aquel rubor. Tenía los labios entreabiertos como esperando de nuevo a los suyos.

El maullido de un gato la desconcertó. Era un gato negro de ojos azules, que se deslizaba ágilmente por las ramas del imponente roble que se situaba en el lado derecho del cenador y cuyas ramas sobrepasaban las altas paredes que la rodeaban en ese instante. Volvió a maullar y saltó al otro lado del jardín.

Una idea cruzó la mente de Heaven. Aquella era la única salida que tenía, su única oportunidad. Tan solo debía despistar un instante a Himmel e imitar a aquel ágil felino. Si lograba subir a lo alto del árbol, podría saltar al exterior. Pero, ¿cómo hacer que la perdiera de vista?

- ¿Sabías que dicen que si te besas bajo las ramas de un roble, tendrás buena suerte? - improvisó cogiéndolo de la mano y llevándolo hasta allí.

Himmel se apoyó en el tronco con su ancha espalda y la acercó con suavidad. Rodeó su cintura con sus brazos y dijo:

- No puedo imaginar tener más suerte que ahora. Aunque... nada se pierde por probar.

La besó y ella respondió a su beso. Esta vez no le sorprendió la delicadeza con la que lo hacía. Conocía esa dulce y controlada sensación. Y también la suavidad de la lengua de Himmel buscando la suya. Era agradable y excitante al mismo tiempo... Pero tenía que conseguir que olvidara que ella estaba bajo su cautiverio. Solo así conseguiría despistarlo para intentar escapar.

No era experta en chicos. Su única pareja había sido Hell y, para ser honestos, el mérito a que aquello fuera tan maravilloso no era precisamente suyo. Dejarse amar por la persona más maravillosa que existía no requería grandes esfuerzos ni tenía mérito alguno.

Sus besos, sus caricias... todo era perfecto.

Acordarse de él la ayudó a encender un poco más el fuego. Cerró los ojos y visualizó su pelo, sus ojos, su piel... Pensar que besaba a Hell y no a Himmel requería mucha imaginación. Pero, poco a poco, los besos fueron más ardientes. El deseo de Himmel fue aumentando. Notaba su pulso acelerado, su respiración agitada...

Sus miradas se encontraron y la devolvieron de golpe a la realidad. No eran como los de Hell, tan cristalinos y oscuros a la vez. Los ojos de Himmel anunciaban tormenta. Sin embargo, también había algo especial en ellos. Se perdió intentando descifrarlos. Una evidencia la sacudió por dentro: era brillo de amor. Aquel descubrimiento la bloqueó. 

¿Cómo podía un león enamorarse de su presa? No tenía dudas de que le gustaba, en eso consistía su plan, pero aquello era diferente. Que la quisiera era algo que no esperaba que fuera a suceder...

- ¿Qué ocurre? - alzó su mentón para mirarla a los ojos.

Aquel destello iluminó su corazón. Trató de recuperar la cordura recordándose quién era él: Himmel, el hombre que la había secuestrado y que estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de alejarla de Hell.

Pero por más que su sentido común lo quisiera ocultar, su intuición lo sacaba a flote: Himmel la amaba. Como si de un aviso de peligro se tratara, aquella certeza la noqueó por unos segundos.

- Será mejor que volvamos adentro...- dijo preocupado.
- No, no... Estoy bien.- sonrió.

Se puso de puntillas y rodeó su cuello con los brazos para besarlo. Puso toda su alma en aquel beso.

Complacido, Himmel la estrechó más contra él. Podía sentir su pecho duro como el acero y la ferviente excitación que crecía bajo su abdomen.

Coló sus manos por debajo de la camiseta y le acarició la espalda. Notó cómo su piel se erizaba y su boca se volvía más exigente. Presionó su cuerpo contra él incitándolo a más. Himmel se separó un instante buscando la cremallera de su vestido.

- ¿Puedo?- dijo mirándola a los ojos.

Le sorprendió que le pidiera permiso, pero mucho más que no acertara a bajarla. Al final ella misma tuvo que hacerlo.

Las finas capas de gasa que la cubrían cayó a sus pies. Himmel la observó en ropa interior.

- Pareces un hada.

La luna iluminó su sonrisa momentos antes de que él también se quitara la camiseta. Se abrazaron y un estremecimiento recorrió su cuerpo al contacto de su cálida y suave piel. Sus dedos trazaron un recorrido por su espalda, mientras las manos de él se posaban en sus caderas. 

Un gemido escapó de sus labios y pensó que era el momento perfecto para actuar.

- En realidad, lo soy.- contestó separándose juguetona de su pecho.- Y quiero jugar...
- Ah, ¿sí?- dijo el con una pícara sonrisa dibujada en la cara.- ¿Y a qué quiere jugar esta hada traviesa?- dijo mientras le recorría el brazo izquierdo con el reverso de sus dedos.
- Al escondite. ¿No es ese el juego preferido de las hadas?

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