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domingo, 23 de septiembre de 2012

#393


El abovedado techo de piedra fue lo primero que sus ojos vieron cuando despertó. Le llevó unos instantes reconocerlo y recordar dónde estaba. Cuando lo hizo, un golpe la devolvió a la realidad haciendo que se incorporara en la cama. Permaneció sentada tratando de recobrar su respiración y haciendo memoria de todo lo que había sucedido. Visualizó a Himmel entrando en la habitación. Tras esos momentos, sus recuerdos eran turbios y se confundían con delirios y pesadillas.

Desorientada, se frotó la frente y se fijó en que unas vendas cubrían sus muñecas. Ya no estaba atada. Una visión en forma de flash le recordó el momento en el que su captor la había desatado. Aunque no estaba segura de que aquel recuerdo fuera real, en él se veía suplicando a Himmel que no la matara mientras temblaba despavorida.

- Tranquilízate, Heaven, no voy a hacerte daño...

Creyó recordar esas palabras al mismo momento que una jeringuilla abriéndose paso en su piel con un punzante dolor.

Se miró el brazo para asegurarse de que no había sido un sueño. Un pequeño bulto en la parte interna de su codo confirmó que era real. Por un instante pensó que le habría inyectado algo letal. Ahora se daba cuenta de que podía tratarse de algún sedante... Se encontraba muy cansada pero también extrañamente relajada, como si aquel recuerdo no tuviera nada que ver con ella y lo observara todo desde lo alto de una nube.

Un olor a suavizante hizo que se fijara en las sábanas. Ahora estaban limpias y había una manta a los pies de la cama, todavía con la etiqueta de la tienda. No recordaba en qué momento Himmel las había cambiado. Trató de imaginar cómo pudo hacerlo estando ella encima, cuando se dio cuenta de que ella también llevaba un pijama nuevo. Era parecido al que ella tenía en casa, solo que éste le quedaba algo grande y aún tenía marcados los pliegues del doblado.

Echó un vistazo a su alrededor y vio que había una pastilla de jabón dentro del cubo. También había otro cubo más pequeño y una banqueta con el vaso que había visto antes encima y un neceser con varios utensilios de aseo personal: un cepillo para el pelo, otro para los dientes y un pequeño tubo de dentífrico. Sintió la necesidad de asearse un poco, pero la fatiga pudo con ella y no se movió de la cama. A su lado había también una silla que antes no había visto. Sobre ella reposaba una bandeja con algo de comida, un periódico y una flor blanca. Aunque lo último le pareció un detalle de mal gusto, se sorprendió que su captor fuera tan "atento". ¿Acaso pretendía que estuviera a gusto en aquel infierno?

Miró la fecha del periódico por curiosidad. Era un diario viejo, del día anterior a su secuestro, así que no le resultaba útil para saber cuántos días llevaba encerrada allí. Y al no haber ventanas, tampoco sabía que hora era; ni tan siquiera si era de día o de noche.

Se preguntó si alguien habría advertido su desaparición y si su foto saldría en las páginas de sucesos. No, era imposible, nadie la echaría de menos. Estaba sola en el mundo, sólo había tenido a Hell, y ahora ni tan siquiera contaba con él.

Dudó si llevarse algo a la boca. No tenía hambre, pero se obligó a comer para no enfermar. Tenía que estar fuerte y sana por si surgía ocasión de escapar. Había un sándwich de queso y tomate, una magdalena de chocolate y un bric de zumo de naranja. Cuatro bocados de aquello bastaron para saciarla.

Abrió el diario para distraerse, pero las letras sólo se mezclaban las unas con las otras. No era capaz de concentrarse. Tampoco podía dejar de mirar la puerta. Esperaba temerosa el momento en que pudiera volver a abrirse. Buscó algo duro con lo que poder defenderse si surgía la necesidad. Pero no encontró nada. No había nada de cristal, ni espejos, ni nada punzante...

Se levantó confunsa y mareada de la cama. El sonido de una cadena chocando contra el suelo hizo que se diera cuenta de algo que hasta ahora había pasado inadvertido para ella: estaba encadenada. Tenía una gruesa cadena con un grillete atado al tobillo. Tiró buscando el extremo. Estaba atada a una argolla de hierro que había en el suelo. Vencida, volvió a la cama. Sintió el miedo atravesando las paredes y una voz interior la apresuraba a actuar y evitar algún desastre. Pero no tenía fuerzas. Notaba el cuerpo débil y la mente bloqueada.

El ruido metálico de la cerradura, seguido del chirrido de las bisagras, le anunció la entrada de su captor.

1 comentario:

  1. Hola, tienes un blog precioso y te has ganado un nuevo seguidor. Sigue escribiendo como hasta ahora, eres toda una artista :)

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¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )