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domingo, 30 de septiembre de 2012

#394


Cerró con fuerza sus ojos y se cubrió con la manta que tapaba su cama. Permaneció inmóvil, conteniendo la respiración. Esperaba que aquel juego infantil de creernos invisibles bajo las sábanas funcionara en aquel momento. Se sobresaltó cuando retiró la manta de su rostro.

- Me alegra ver que has dormido suficiente... Ya sé que este alojamiento no es digno de alguien como tú, pero confío en que tu estancia aquí sea lo más corta posible.- dijo dirigiéndose a ella con aquel acento brasileño que tan bien recordaba desde su primera conversación en su jardín.
- Si vas a matarme, hazlo ahora, y así mi estancia sí que será corta. - se atrevió a decir con voz temblorosa.

Volvió a impresionarse por lo blanca que era su piel a pesar de ser brasileño, quizá el ser un ángel era la razón. Tenía poco más de veinte años, aunque su sombría expresión lo envejecía. Estaba más fuerte que la última vez que lo vio, como si sus músculos hubieran sido sometidos a un duro entrenamiento. Llevaba la ropa negra, como su alma.

Se estremeció cuando retiró las sábanas, pero no opuso resistencia cuando le agarró el pie e introdujo un dedo entre el grillete y su tobillo. Dedujo que tan sólo quería comprobar si había espacio suficiente para no hacerse daño.

- Si no haces ninguna tontería, no te haré daño.
- ¿Significa que me matarás sin dolor? - aunque estaba muerta de miedo, no era capaz de contener su rabia.
- No es eso lo que busco, no soy ningún criminal.
- ¿No es un crimen secuestrar y drogar a una persona? - dijo con desdén.
- Vamos, tan sólo era un tranquilizante. Estabas muy nerviosa, al borde de un ataque.

Al recordarlo, un escalofrío recorrió su espina dorsal y se mordió la lengua para no decir palabra alguna. Al menos ya no estaba atada, y su captor parecía dispuesto a hablar con ella. 

- ¿Por qué estoy aquí?
- Lo sabes perfectamente.

Calló mientras sentía la tensión en su cuerpo. No quería mencionar a Hell, ni de su abandono. Recordó una vez más las últimas y dolorosas palabras de éste y no pudo reprimir que las lágrimas invadieran sus ojos. A pesar de todo, se contuvo de hacerlas caer a través de sus mejillas. De pronto, sus labios pronunciaron la pregunta a la que tantas vueltas le había dado.

- ¿Qué quieres de mí?
- De momento, no voy a pedirte nada, tan sólo que permanezcas aquí.
- Gracias por pedírmelo de manera tan educada... -masculló-. Siento no poder acompañarte a la puerta para despedirme... creo que mi cadena no llega hasta allí.

Ignoró sus irónicas palabras.

- ¿Quieres que te suelte?

Asintió con la cabeza.

- Te doy mi palabra de que algún día así será.
- ¿Qué quieres a cambio? - dijo con voz quebrada.
- Nada. Considérate mi invitada de honor. Puedes pedirme todo, excepto la libertad.

Aquello era lo único que Heaven deseaba. Salir de allí. 

- Necesito usar el baño.
- Como desees. - Himmel se acercó al cubo y lo acercó a sus pies.

Después de aquella conversación, se declaró en huelga de silencio. Era la única manera que tenía de protestar, de hacerle saber a Himmel que perdía el tiempo con ella, que fuera lo que fuera lo que quisiera, no se lo daría. Imaginó que Himmel trataría de persuadirla por la fuerza, que la obligaría a hablar. Y aunque estaba totalmente decidida a renegarse, el dolor y su resistencia a él la asustaban. ¿Sería capaz de soportarlo?

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