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sábado, 18 de agosto de 2012

#391

La noche se había vuelto fría y Heaven tan solo llevaba puestas su ropa interior de encaje color rojo y su camisa blanca. Las palabras de Hell la habían dañado tanto que ni siquiera fue capaz de coger ninguna otra de sus pertenencias antes de irse. ¿Por qué la había tratado así? Hell había sido toda su vida un ángel, nació bajo el manto de Dios y al cambiarse de bando, al unirse a su más profundo enemigo había cambiado completamente, se había vuelto como... él. Sus ojos, antes profundos, se habían vuelto vidriosos. Lo había perdido.

Llevaba horas andando y había llegado a una pequeña plazoleta del barrio tailandés de la ciudad. Era un barrio no muy transitado, pero incluso a altas horas de la madrugada, aquel día, estaba bastante lleno. Había una niebla espesa y apenas conseguía entornar los ojos por el frío. El dolor la estaba comiendo por dentro, y deseaba con fuerza poder volver junto al Hell que había conocido el primer día. Por eso le daba igual, le daba igual estar en medio de una plazoleta llena de gente con apenas unas pocas prendas que la taparan.

Caminó unos pocos metros, bordeando la plazoleta, pues la forma de ésta era circular. Llegó a una de las esquinas donde la plazoleta desembocaba a dos callejuelas estrechas. Miró a ambos lugares. A sus lados, las calles estaban adornadas por miles de flores y árboles que incitaban a la alegría que ella había perdido. Mucha gente entraba y salía de aquella plazoleta y entraba en los pocos bares y pubs que aún estaban abiertos. Heaven pensó un instante en que, a pesar de no quitarle la pesadumbre que le oprimía el pecho, al menos entrar en alguno de aquellos lugares la salvaguardaría del frío. Giró a la izquierda y buscó un café, el más cercano que encontrara.

Pasado un buen rato, y con la taza de café al que el dueño del lugar la había invitado terminada, se dispuso a darle las gracias y salir del local. Optó por ir al centro de la plazoleta e intentar quedarse allí hasta que su cuerpo dejara de responderle. Estaba harta de caminar, de dar vueltas en círculo, de luchar. No hacía más que chocarse con gente que corría a trabajar. Se quedó mirando al vacío, con los ojos sin mirar ningún punto fijo. Pasó así horas, quieta cual estatua. El frío y la desolación penetraron su epidermis, se extendían por el interior de su cuerpo y la inundaban. Y es que dicen que si miras el interior del abismo durante mucho tiempo, el abismo termina mirando dentro de ti también.

¿Por qué me has hecho ésto Hell? eran las únicas palabras que resonaban en su cabeza. Se sentía como debajo del agua, cuando no te queda respiración. Era todo dolor lo que sentía en el pecho al recordar los buenos momentos junto a él. Tenía las retinas llenas de tormentas y, aquellas palabras que resonaban en su cabeza desde hacía horas, salieron de su boca en un susurro. Se deslizaron junto al viento mañanero, ávidas,   mordaces, hasta llegar a oídos de Hell justo en el momento en el cual leía una nota que Lucifer le había dejado en la cocina.

"Ya sabes cuál es el precio a pagar por la inmortalidad. Espero que cumplas bien tu nuevo trabajo." 

Una lágrima recorrió la mejilla de Hell. Y es que, su nuevo trabajo era, cazar ángeles.

2 comentarios:

  1. Esto sigue??

    Me quede intrigada... espero que la respuesta sea positiva :)

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    Respuestas
    1. Sí, sigue.
      Siento haber desaparecido durante casi un mes, he tenido mil cosas en la cabeza excepto inspiración. Pero ya tengo cerca de 20 páginas escritas para seguir esta historia. Mañana al mediodía subiré un laaaargo capítulo nuevo :)

      Un beso
      Mimí

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¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )