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lunes, 6 de agosto de 2012

#390

No puede ni llorar. Tiene las entrañas deshechas. No hace más que recordar una y otra vez el instante en el que se volvió y, a pesar de la negrura, juraría haberlo visto de pie a unos cuantos metros de ella. Intentó alargas los brazos mentalmente, más allá de aquellos metros, a través de la oscuridad, trató de cogerle la mano e intentar que la salvara.

Bosco, vuelve.

No había nada que hacer más que hundirse. Las horas se cerraban en torno a ella y la ahogaban. Estaba encajonada en aquella jaula que le empezaba a parecer una tumba.

La verdad es que Bosco era básicamente el único chico al que había conocido. Podía resultar irónico que, hoy en día, nunca hubiera tenido contacto con otros chicos de su edad, pero la verdad es que su madre era muy estricta con esas cosas. Rädsla siempre había estudiado en casa hasta que un día se fue porque estaba harta de las absurdas normas de su madre. A pesar de todo, después de tantos años viviendo de aquella manera, le fue imposible tener contacto con un hombre, por lo tanto, Bosco era el único chico que había conocido, el único con el que había hablado sin contar con su captor. 

Cerró los ojos, respiró profundamente e intentó de nuevo obligarse a descender capa tras capa de conciencia para llegar hasta el sueño y abandonarse en él.

- Hola, me llamo Blue, ¿y tú?

Abrió los ojos de golpe. Una niña de unos seis o siete años llevaba un rato observándola desde el umbral de la puerta. Era morena y delgada, llevaba unos vaqueros cortos y una sudadera de color gris al menos tres tallas más grandes que la de ella, tanto que uno de los hombros se le había caído dejando así al descubierto un puntiagudo omóplato que se asemejaba al ala de un pájaro. Su pelo, de un color rubio oscuro, le llegaba hasta mitad de la espalda, y estaba descalza. Daba saltitos sobre un pie y luego sobre el otro, pero no se atrevía a adentrarse en aquella habitación. Tenía los ojos de un matiz grisáceo asombroso, lo que la hacía parecer casi etérea.

- Blue, ¿qué haces aquí? - la riñó el captor de Rädsla, el cual había aparecido de repente en el marco de la puerta. - Sabes que tu padre te tiene prohibido jugar aquí.
- Pero...
- Fuera. - dijo severamente.

La niña se llevó el pulgar a la boca y se mordió la uña. Le lanzó una última mirada de pesar y se fue corriendo. 

Volvía a estar sola, pero ahora ya no tenía tanto miedo. Estaba segura de que Blue volvería. Y tal vez, sólo tal vez, ella fuera su pasaporte de salida.

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