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miércoles, 3 de julio de 2013

#422

Liv señaló su teléfono móvil.

- Han encontrado a la chica. Está a las afueras de la ciudad, en un antiguo almacén abandonado. ¡Date prisa!- sonó la voz de Siry al otro lado.

Liv conducía con calma pero a toda velocidad. En unos minutos, ya habían llegado.

El antiguo almacén parecía varado en la orilla del canal como un gigantesco bloque industrial que recordaba a la vez a un barco y una fábrica. Era un edificio ocre, cuadrado, con unos amplios corredores exteriores en su vertiente de barco que en cada planta recorrían las cuatro fachadas del edificio, y en su vertiente de fábrica con unas grandes aberturas con cristales altos y estrechos, pegadas unas a otras. Una obra maestra de la arquitectura de hormigón de los años treinta. Un monumento imperial cuyo rótulo, en aquel momento apenas legible, aún rezaba: CONCRETE ANGEL.

Sólo quedaba ese inmueble, sin duda destinado a la rehabilitación. A su alrededor todo había sido derruido. Cubierto por completo de graffitis con inmensas letras blancas, azules y naranjas, impasible a las tentativas de demolición, seguía reinando sobre el muelle, imperturbable, como esos elefantes que engalanan en Asia con ocasión de las fiestas y prosiguen, bajo serpentinas y banderolas, su marcha pesada y misteriosa. Empezaba a anochecer cuando unos jóvenes grafiteros escalaron hasta el corredor exterior de la primera planta, algo que parecía imposible desde que se tapiaron todos los accesos pero que para los chavales no había sido obstáculo. Acababan su trabajo cuando uno de ellos echó un vistazo por una de las vidrieras rotas y creyó ver, balanceándose peligrosamente, una caja suspendida en el aire, y lo que era más sorprendente, conteniendo lo que parecía un cuerpo. Durante toda la mañana habían estado sopesando los riesgos antes de decidirse a hacer una llamada anónima a la comisaría, la cual se había filtrado a la agencia de Siry, quien se encargó de hacer que la policía no moviera un dedo incluyendo la información de una llamada falsa en el informe policial.

Siry había avisado a toda su brigada. El edificio estaba clausurado desde hacía años y la empresa que lo compró tapió todos los accesos. Mientras un equipo dirigía una escalera hacia los corredores exteriores, otro había comenzado a derribar a mazazos uno de los muros de ladrillo.

Bosco descendió tan precipitadamente de su coche que estuvo a punto de resbalar sobre la gravilla y los trozos de ladrillo rotos. Tras recuperar el equilibrio, observó un instante a los bomberos y sin siquiera decirles quién era les gritó:

- ¡Esperen!

Se acercó. Uno de los jefes de equipo avanzó a su vez con la intención de bloquearle el paso. Bosco no le dio tiempo a hacerlo y se metió en el edificio por un agujero que le permitía el paso justo.

El interior del edificio estaba completamente vacío. Las grandes salas estaban bañadas por una luz difusa y verdosa que descendía como una polvareda de las cristaleras y los ventanales reventados. Se oyó el caer del agua, el sonido metálico de las chapas mal fijadas en alguna otra planta y el eco que resonaba en los inmensos espacios vacíos. Arroyos de agua serpenteaban entre sus pies. Era un lugar inquietante, impresionante, como una catedral abandonada, con una atmósfera triste de fin de reinado industrial. El ambiente y la luz encajaban con lo que se intuía en las fotos de Rädsla. Tras Bosco, las mazas seguían golpeando como un toque a rebato mientras derribaban los muros.

Bosco gritó de inmediato, en voz muy alta:

- ¿Rädsla?

Aguardó un segundo y echó a correr. La primera sala era muy grande, de unos quince o veinte metros de longitud, y de techo alto, sin duda cuatro o cinco metros. El agua se escurría por las paredes y escarchaba el suelo. Había una humedad densa y glacial. Atravesaba corriendo salas destinadas al almacenamiento, y antes de llegar a la abertura que conducía a la siguiente, sabía que había llegado.

- ¿Rädsla?

Bosco notó el cambio en su voz. Gajes del oficio: al llegar al escenario de un crimen se producía una tensión especial, se sentía en las tripas y se oía en la voz. Y lo que había provocado esa tensión, ese nuevo estado mental, era un hedor ahogado entre las corrientes de aire frío arremolinadas en la sala. Apestaba a carne en descomposición, a orines y excrementos.

- ¿Rädsla?

Corrió.A sus espaldas, a lo lejos, se oían pasos precipitados: los equipos acababan de acceder al edificio. Bosco entró en la segunda sala y se quedó inmóvil, con los brazos colgando, frente al cuadro que se mostraba ante sus ojos.

Siry acababa de llegar junto a él. Lo primero que le oyó fue una exclamación:

- ¡La madre que...!

La jaula de madera estaba en el suelo y había dos tablas arrancadas. Quizá se habían roto con la caída y Rädsla acabó de soltarlas. El olor de putrefacción provenía de tres ratas muertas, dos de las cuales habían quedado aplastadas por la caja, cubiertas de moscas. A unos metros de la caja había excrementos medio secos. Bosco y Siry alzaron la vista hacia la cuerda, cortada no se sabía con qué, uno de sus extremos había quedado atrapado en la polea colgada del techo.

Y el suelo estaba cubierto de sangre.

Y no había rastro de Rädsla.

Los agentes que acababan de llegar partían en su busca. Bosco meneaba la cabeza, escéptico, convencido de que era una búsqueda inútil. 

Se había volatilizado.

En el estado en que se hallaba...

¿Cómo había logrado escapar? Los análisis revelarían la respuesta. ¿Por dónde y cómo se había marchado? Los técnicos lo descubrirían. El resultado estaba ante sus ojos: Rädsla se había rescatado a sí misma. 

Mientras en la gran sala resonaban órdenes e instrucciones de unos y otros y el eco de pasos apresurados, Siry y Bosco permanecían en silencio y observaban, inmóviles, ese extraño fin de acto.

Rädsla había desaparecido y no había acudido a la policía como habría hecho cualquier rehén súbitamente liberado. Lo que por otra parte era normal teniendo en cuenta que la ciudad había sido tomada por las sombras.

Por la manera en que había conseguido escapar de una situación tan desesperada, era obvio que se trataba de una mujer de inusitada resistencia, más de lo que nunca les habían contado los reyes a los cazadores.

Había que dar con ella. Y no sabían dónde podría haber ido. Aquello era un enorme problema.

3 comentarios:

  1. WOW que capitulo más emocionante, deseo que los encuentren a todos... y Rädsla... que raro... me quedo con la intriga >.<
    Un beso, espero leer un nuevo capitulo antes de que la duda acabe conmigo jejeje

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    1. Gracias :) En el próximo capítulo desvelaré un par de cosillas que espero que te gusten. Un beso

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  2. No veo el momento para leer más de tu historia. Me encanta, sigue así. Siempre me tienes esperando un nuevo capítulo.
    Un beso de mi parte (:

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¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )