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sábado, 22 de junio de 2013

#421

Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, recogió su bolso unos peldaños más abajo y ni siquiera respiró. Estaba a punto de marcharse, iba a lograrlo, no podía creerlo... Unos peldaños más y luego una puerta de hierro bloqueada con una piedra sillar que le llevó un tiempo infinito retirar porque apenas le quedaban ya fuerzas. Luego un pasillo que olía a orines y una segunda escalera tan oscura que recorría sosteniéndose con ambas manos en la pared, como una ciega, guiada por el resplandor. Fue en aquella escalera donde se golpeó la cabeza y se desvaneció. Al final, tres barrotes que Rädsla ascendió uno tras otro, y a continuación un túnel, un conducto que llevaba hasta una pequeña placa de plancha incrustada verticalmente en el muro. La poca luz del exterior apenas llegaba hasta allí y Rädsla se vio obligada a recorrer el contorno con los dedos para averiguar cómo se abría. Simplemente estaba encajada. Rädsla trató de tirar hacia ella, no pesaba demasiado. La soltó con precaución y la dejó en el suelo, a su lado.

Estaba fuera.

El aire fresco de la noche llegó hasta ella de inmediato, un olor suave, a la fresca humedad de la noche, el olor del canal. La vida que renacía, la luz mortecina. La plancha estaba oculta en un hueco del muro, a ras de suelo. Rädsla salió y se volvió inmediatamente para colocarla de nuevo; sin embargo, desistió. Ya no necesitaba ser precavida. Eso, si se marchaba de inmediato. Tan deprisa como le permitieran sus extremidades rígidas y doloridas.

A una treintena de metros había un muelle desierto. A lo lejos, unas casitas residenciales con luz en casi todas las ventanas y el ruido en sordina de un bulevar que debía de discurrir al otro lado, no demasiado lejos.

Rädsla echó a andar.

Había llegado al bulevar. Estaba tan cansada que sabía que no podría caminar mucho más. Presa de un mareo, se vio obligada a apoyarse en una farola para no caerse.

Parecía demasiado tarde para esperar que pasara algún medio de transporte.

Sí. Más abajo había una parada de taxis.

"Desierta y, de todas formas, demasiado arriesgado", le sugirieron las pocas neuronas que seguían activas. Podrían descubrirla fácilmente.

Pero esas neuronas eran incapaces de sugerirle una solución mejor.

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