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viernes, 15 de febrero de 2013

#406


La sonrisa de Himmel desapareció. Sin duda se estaba preguntando si aquello era una estrategia para escapar.

- Si quieres tenerme, tendrás que encontrarme... -dijo Heaven guiñándole un ojo, traviesa.

Una leve sonrisa asomó en la comisura de sus labios, aunque sus ojos mostraban recelo.

- ¡Es tan solo un juego Himmel! He podido oír claramente cómo cerrabas la verja. Además, estos muros son muy altos como para escalarlos. ¡No podría aunque quisiera!

Él los observó durante un instante intentando calibrar sus posibilidades de escapar.

- ¿Qué es lo que tanto miedo te da? Vamos, será divertido...- insistió.
- Está bien, pero descálzate primero.

La hiedra cubría las paredes, al igual que los rosales, así que suponía que aquello la detendría si intentaba escapar.

- Solo si tú lo haces también- le retó.

Se quitaron los zapatos entre risas. Ella tomó su mano y volvió a arrastrarlo hasta el centro del cenador.

- Contaré hasta diez- dijo él.

Antes de que comenzara a contar, hizo algo que nadie que tuviera intenciones de escapar haría. Se quitó el sujetador lentamente y lo lanzó a sus pies. La desnudez la hacía vulnerable, pero era así como ella quería que la viera. Quería despejar sus dudas sobre sus reales intenciones, avivar su deseo y ganar su confianza para poder tener una oportunidad de escapar de allí.

- Eres un hada de lo más traviesa...- dijo Himmel extendiéndole el fular para que le tapara los ojos.
- No sabes cuánto...

Apretó bien el nudo y se dirigió al roble al tiempo que él comenzaba a contar.

- Uno, dos; tres...

Se agarró a la rama más próxima y se impulsó hacia arriba con toda la fuerza que tenía. Cual gato sigiloso, se deslizó por ella hasta alcanzar otra más alta. Era fina, pero resistió su peso. Rezó para que no se partiera.

- Cuatro, cinco, seis...

Saltó a otra rama, y luego a otra. De manera que, en pocos movimientos y con una rapidez felina, había ascendido varios metros. Estaba a punto de conseguirlo...

- Siete, ocho...

El crujido de una rama alertó a Himmel. Su corazón se puso a mil.

- ¡¿Qué diablos estás haciendo?!

Su mirada se posó en el roble un instante antes de comenzar a correr hacia él. Intentó trepar, pero las ramas bajas eran demasiado finas para soportar su peso y cayó de bruces contra el suelo.

Ella no se giró, ni siquiera bajó la vista. Solo trepó y trepó hasta alcanzar las ramas más altas, las cuales estaban pegadas al muro. Se encaramó a él y saltó al exterior.

Echó a correr con todas sus fuerzas.

Oyó cómo Himmel gritaba su nombre y cómo su voz se fue perdiendo a medida que se alejaba de aquel terrible lugar.

Corrió sin mirar atrás. Su desesperación por alejarse de aquella casa y de Himmel hizo que ni siquiera notara cómo las piedras se clavaban en sus pies desnudos abriendo pequeñas y dolorosas heridas.

Solo pensaba en huir.

Avanzaba veloz por el asfalto, aunque las lágrimas y la noche cerrada hacían del camino de escapada un lienzo negro indefinido.

Mientras el dolor ascendía desde la planta de sus pies hasta su nuca, podía escuchar el pulso en sus sienes y cómo su corazón latía frenéticamente. Intentó controlar la respiración, pero el aire parecía estar a punto de reventar sus pulmones. 

De pronto vio una arboleda y sin dudarlo, se adentró en ella cojeando. Además de los pies en carne viva, tenía las piernas llenas de arañazos por culpa de la escalada, aunque ni siquiera le dolía. El pánico a volver a ser encerrada anestesiaba cualquier dolor y la hacía seguir.

Se giró temerosa a distinguir la silueta de Himmel, pero el lugar estaba solitario y silencioso. Tan solo su respiración se atrevía a desafiar a la noche.

Supuso que Himmel habría corrido hacia la verja del lado opuesto del jardín y eso le daba cierta ventaja. A pesar de todo, no podía confiarse, ya que él era más rápido y fuerte que ella.

Tras recuperar el aliento, reprendió su carrera bosque adentro. Estaba al límite de su resistencia y lloraba de pura tensión. El plan había funcionado, pero estaba en un punto de no retorno. Había traicionado la confianza de Himmel, por lo que, si la encontraba, no dudaría en vengarse. A fin de cuentas, se había criado en el infierno.

"Es uno de ellos", se repitió para recordarse de quién huía y sacudirse el destello de amor que había visto en su mirada.

Las lágrimas le dificultaban la visión, pero de pronto divisó una débil luz al final del bosque. Secó sus mejillas con sus manos y se adentró por un fangoso sendero en dirección a la casa. El barro le engullía sus heridos pies y ralentizaban sus pasos. Estaba exhausta.

La visión de una pequeña mansión a otro lado de sendero la tranquilizó. Junto a la verja del jardín había una bicicleta infantil, lo cual indicaba que allí vivía una familia.

1 comentario:

¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )