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miércoles, 27 de junio de 2012

#386

- ¿Así que tu queridísimo jefe te ha quitado la tu eternidad a cambio de la suya al sol? - se mofó Lucifer.
- Tal vez no ha sido buena idea venir. Tal vez el pensamiento de que cada día que pasa tengo un día menos junto a ella me esté volviendo loco. - dijo Hell mirando al suelo- Pero tampoco sé si el no hacer esto tiene algún sentido.
- La vida en sí no tiene ningún sentido querido.- respondió Lucifer mientras se regocijaba en su asiento.- Un día eres inmortal, eres el ojito derecho de tu jefe y al siguiente estás con la mierda al cuello en las entrañas de  mi infierno. ¿Quién sería tan estúpido como para rechazar la eternidad?
- Supongo que tienes razón. - suspiró. Había dejado de entender el mundo y todavía era menos capaz de entender al que siempre había sido su contrario. Tal vez eso le diera la razón ahora.


Hell permanecía cabizbajo, de pie frente al gran escritorio de ébano. De vez en cuando se pasaba una mano por su pelo, preocupado. Tenía los dedos enrojecidos de apretar los puños y le temblaban levemente. ¿Cómo alguien tan frío como Lucifer podía llegar a quemarte el alma? Hell siempre había formado parte de la parte buena del mundo que nos rodea. Lo decían sus ojos, su mirada. Lo decía su bondadoso corazón y lo que pronto dejaría de latir en él. Porque, de algún modo, todo lo bueno había girado continuamente entorno a su existencia. Él era el que había ayudado a crear esa parte buena. 


- La vida sí que tiene sentido.- dijo de pronto.- Mira a tu alrededor, Lucifer. ¿Qué ves?


Lucifer pareció pensarlo con detenimiento, intentando describirlo todo en tan solo unas pocas palabras. Echó un trago del licor que descansaba en la cristalina botella que reposaba a su derecha. Largo, paulatino. Después, apartando la casi vacía botella de sus oscuros labios, torció la boca en una amarga mueca. 


- Muerte. - dijo. Lo dijo con orgullo, con convicción. Sus palabras flotaron entre en aire y las llamas, entre alcohol evaporado y salidas a media noche. 
- Exacto. - sonrió Hell.- Muerte. ¿Y qué es de la muerte sin una vida que lo preceda? Nada.
- Nada.- susurró.
- La vida tiene sentido, Lucifer. Al menos lo tiene mientras siga paseando de la mano con la dama de la noche. 


Lucifer rió. Fue una carcajada fuerte y amarga. Hell le dedicó una mustia sonrisa.
- ¿Así que ya no quieres la eternidad? Mira que luego te arrepentirás. Y te aseguro, niñato, que no te haré una segunda oferta.


Hell calló un instante. ¿Iba a dejar que Lucifer acabara con su vida? ¿Iba a perder el ochenta porciento de su vida por la eternidad? La imagen de Heaven le cruzó la mente y ya no dudó más. Perdía mucho, sí, pero ganaba una eternidad junto al amor de su vida. Cerró los ojos con fuerza, como si así pudiera dejar de sentir el dolor que le oprimía el pecho. 


- Hazlo. Haz que mi corazón deje de latir por el resto de la eternidad.

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