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domingo, 10 de junio de 2012

#383

Calló por miedo, calló por ignorancia y se limitó a agachar la cabeza y dar la mano al que, al parecer, iba a salvarle la vida. Bosco la agarró fuertemente de la mano y la sacó de aquel oscuro y frío callejón, no sin antes mirar a todos lados en busca de las sombras. No dijo nada más, únicamente se limitó a guiarla.

La mirada de Bosco se perdió un instante entre las ruinas que los rodeaban. Después de unos segundos de silencio, buscó su mirada. 

- Siento haber sido tan poco delicado, pero nos estamos jugando mucho. Rädsla, tú no perteneces a este mundo, ni yo tampoco. Pertenecemos a Ljus, un pequeño lugar más allá del cielo que lleva aislado de este mundo muchos milenios. Esperábamos la llegada de nuestra llama salvadora, la que consiguiera salvarnos de las garras de las sombras y de Woodhouse. Tu madre pertenecía a nuestro mundo, en cambio tu padre era un mero mortal. Cuando tu madre le contó la verdad acerca de sus raíces, os abandonó creyendo que estaba loca, pero solo trataba de protegerte, pues ella, nada más verte, supo quién eras.

Rädsla quería creer que bromeaba y que aquello no era más que un juego, pero después de lo que había pasado, no era capaz de mentirse a sí misma. Su piel se erizó y un escalofrío la recorrió por dentro. ¿Sería ella la llama salvadora que Bosco decía que era?

- Un mundo más allá del cielo - repitió entre susurros.
- Sí, mi mundo, nuestro mundo.
- ¿Y cómo es ese mundo?
- Imagina un gran agujero sobre nuestras cabezas, justo donde termina el cielo, a través del cual puedes llegar a nuestro mundo. Antes era la belleza en sí, todo era luz, pero desde la llegada de Woodhouse junto a las sombras, todo es oscuridad y ruinas.

Alzó la cabeza instintivamente. Unas nubes oscuras se movían de forma lenta pero implacable, cubriendo el cielo y dejando tapadas las estrellas.

- ¿Lo echas de menos? - preguntó-. Ya sabes: la luz, tu casa, tu gente...
- Más que nada en el mundo. 

Se miraron el uno al otro durante un rato mientras la oscuridad silenciosa aumentaba su cadencia. Su salvador no era más que una víctima más de las sombras y el tal Woodhouse. 

Luego, sin que ninguno de los dos desviara la mirada, Bosco alzó una mano para acariciarle la mejilla con las yemas de los dedos y fue descendiendo hasta rozarle los labios. Rädsla notó el temblor de sus dedos.

- Hay algo que todavía no me has explicado - dijo casi en un susurro-. ¿Cómo supiste que era yo? ¿Acaso me conocías?
- No personalmente, pero tengo un don.

Su boca dibujó una sonrisa, tan misteriosa como su propia respuesta. Pero antes de que pudiera preguntarle cuál era ese don, unos gritos tronaron desde diferentes partes de la ciudad. 

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