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jueves, 1 de diciembre de 2011

#335

Corría, golpeándose con todas las ramas afiladas que le abrían finas heridas en su piel, que le hacían pequeñas brechas sangrantes. La niebla ocultaba el camino, impidiéndole ver cual era su destino, hacia dónde corría. De todos modos, tampoco le importaba. El grito llevaba horas atrapado en su garganta, golpeándolo, menguando la cantidad de aire que pasaba a sus pulmones, haciendo así que sus latidos se hicieran más y más rápidos. Sentía un ardor que le subía por la traquea, obstruyendo todo a su paso, sentía como ese ardor subía como si de una bestia hambrienta se tratara. Sentía el frío barro en sus pies descalzos y cerraba los ojos cada pocos segundos, pensando que algo le perseguía, que caería al suelo y que aquella sombra invisible la abriría en canal. Aunque eso significaría encontrar el final de esa agonía ponzoñosa que llevaba incrustada en el alma.

No tenía ganas de hablar con nadie, las palabras no podían salir, no tenía ganas de pensar que conocería a alguien diferente y que las cosas mejorarían. Las personas le parecían crueles y egoístas, los solía llamar "bestias del infierno".  No quería vivir entre aquellas personas con doble personalidad, no quería formar parte de aquel juego, ese juego que la estaba dejando sin vida, sin aliento.

Se detuvo violentamente. Había salido del bosque, ya no quedaba hierba a sus pies. Le faltaba el aire y jadeaba sin cesar. Giró sobre si misma, asustada, agotada, y volvió a girar una y otra y otra vez, como si bailara con alguien invisible. La espesa niebla la rodeaba por completo, todo estaba oscuro y el frío que hacía sería capaz de convertir su piel en el hielo más afilado jamás existido. Tiritaba de frío, pero también de miedo.

Cayó al suelo, agotada por esa traicionera melancolía que la acompañaba desde hacía días. A su espalda oía el crujir de las hojas, veía cuervos volar sobre ella, negras raíces brotando del suelo, retorciéndose sobre si mismas y avanzando con fiereza. El dolor iba a tragársela por completo y ella no podía hacer nada al respecto.

Y fue entonces cuando sintió el grito en su lengua y abrió su boca hasta que su mandíbula se desencajó. De su garganta salió un grito atronador que le sacudió el alma y se la rompió en mil pedazos. Aquel grito la violó, la abandonó y la hirió como si de cien puñales se tratase. Quería saciarse con su sangre. El dolor la estaba matando.

Las raíces volvieron a meterse en la tierra, los cuervos se fueron y todo quedó en silencio. Lágrimas de sangre brotaron de sus ojos y sus frágiles manos golpearon la tierra con desesperación.

Y ese grito, provocó un eco asesino que se acabó perdiendo en la oscuridad, dejándola sola en mitad de ninguna parte.

2 comentarios:

  1. Ha sido angustiante de principio a fin. Me ha dejado con los pelos de punta y una insertidumbre tremenda.
    Saludos c:

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  2. maravilloso!! es mui interesante,definitivamente un gran texto!! ;)
    besos

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¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )