Ahora estaba en el puente de Brooklyn, se asomó por la barandilla y se preguntó lo que se sentiría al tirarse al vacío. Si sería como volar pero a sabiendas de que morirías en cualquier momento. Se agarró fuerte a la barandilla y se asomó un poco más, pero enseguida volvió a meterse para adentro. No se le daba bien ser medio suicida y además, tenía miedo a las alturas.
Miró al cielo, el calor del sol le hacía sudar y que el pelo se le pegase a la cara. De repente sintió unas ganas incontrolables de correr, como si fuese la única manera de sobrevivir. Tragó saliva e intentó no hacerlo. Así que empezó a andar, muy despacio, sin rumbo fijo. Pero había una cosa que no podía apartar de su mente, él, Alberto.
Aún albergaba una vaga esperanza de volver a verlo. Por mucho que intentes olvidarlo, no lo conseguirás- le dijo muy bajito a su corazón.
Tenía tantos sentimientos dentro que no sabía ya lo que sentía. Bueno, la verdad es que sí lo sabía, pero no quería admitir que daría lo que fuera por volver a verlo al menos un instante. Estaba absorta en sus pensamientos cuando su teléfono sonó. Genial, mamá otra vez-pensó.
-¿Sí?
- ...
-¿Hola? ¿Hay alguien ahí?
- Susana, soy... soy Alberto.

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(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )