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domingo, 11 de agosto de 2013

#427

Consiguió incorporarse hasta quedarse casi sentada, apoyó la cabeza en la dura pared de piedra que quedaba a sus espaldas. Toda la habitación era de piedra y las paredes estaban cubiertas de una fina capa de moho. Había un fregadero de piedra con un grifo oxidado. Tenía el aspecto de llevar años sin funcionar. Rädsla se encontraba en un estrecho catre cubierto de mantas haraposas. Era el único mueble del lugar exceptuando una silla simple de madera y unos cubos metálicos bajo el fregadero. No había ni ventanas ni luces, tan solo una de esas luces de emergencia que llenaba la estancia de una débil luz verdosa.

En una de las paredes había una pequeña cruz de metal con Jesucristo colgado en el centro.  De repente se acordó de una charla con su madre cuando tenía aproximadamente 5 años en el que le decía:
- ¿Lo ves? ¿Lo ves? La vida, la humanidad, manchada de amor. Apesta a delirio.

Y es que cuando su padre las abandonó su madre empezó a tratar el amor como una enfermedad. Se volvió loca, perdió la cabeza por la pérdida. Y, claro, en aquel momento resultaba terrible y verdadero. El amor, letal, que te mata cuando la tienes, y también cuando no. Bosco.

- Cuando te encontramos estabas a punto de morir- comentó la chica del pelo negro.- Pensamos que no vivirías, pero al menos había que intentarlo.

Le dirigió una mirada dubitativa, como si no estuviera segura de que hubiera sido buena idea.

- Gracias.

Se encogió de hombros como diciendo: "De nada". Acercó la silla a la cama y se sentó. Llevaba el pelo recogido en una trenza casi deshecha tras la oreja derecha. Rädsla se dio cuenta de que al otro lado del cuello llevaba una cicatriz con forma redonda y se preguntó de qué sería. Intentó levantarse del todo, pero en apenas unos segundos, tuvo que volver a tumbarse debido al malestar que sentía y al agotamiento que la comía por dentro. Se sentía medio muerta. Cuando miró su cuerpo, vio que llevaba la piel llena de cortes, rozaduras y arañazos, en la pierna izquierda tenía una picadura que se le había hinchado y una gran costra en la rodilla.

La chica sujetaba un bol lleno de un caldo pardusco. Se lo ofreció.

- ¿Puedes sujetarlo sola?
- Claro.- contestó secamente. El cuenco pesaba más de lo que ella había creído, aunque consiguió acercárselo a la boca y tragar un poco de aquel líquido. Tenia un extraño sabor, pero lo necesitaba, por lo que tragó con avidez.
- Despacio.- pero Rädsla era incapaz de parar. Su cuerpo se consumía por un agujero negro en su estómago que la obligaba a devorar en tan solo unos segundos lo que cualquiera tardaría al menos cinco minutos en comer.
- ¿Hay más?
- Dentro de unas horas.
- Por favor.

El hambre la devoraba por dentro. La chica del pelo negro salió de la habitación y Rädsla pudo escuchar varias voces que subían de tono rápidamente fuera de la estancia, y al cabo de un rato, silencio. Al cabo de unos segundos la chica volvió con un segundo bol que le tendió nada más llegar a su lado.

- Bueno, ¿de dónde vienes?- le preguntó la chica. Al verla dudar volvió a dirigirse a ella.- Si no quieres no tienes por qué decírmelo, no pasa nada.
- No, no. No importa.- bebió otro sorbo.- Vengo de Nueva York.- demasiado pronto el bol volvió a estar vacío.- ¿Dónde estoy ahora?
- A algunos kilómetros de Nueva York, en Newark.
- ¿Newark, en New Jersey?
- Exacto. Has caminado mucho. ¿Cuánto tiempo llevas sola?
- No lo sé.- apoyó la cabeza contra la pared. Newark, New Jersey. Eso significaba que, aunque entró en el bosque en dirección norte, se debió haber desviado mientras corría perdida en la negrura de la noche: había acabado a unos 15 kilómetros al noroeste de Nueva York. Volvió a sentirse exhausta, aunque llevaba varios días durmiendo.- Perdí la noción del tiempo.
- Tienes agallas.- comentó. ¿Cómo escapaste de las sombras?
- Un amigo me ayudó.- vino a su mente aquel primer día, en el callejón, donde Bosco le hizo descubrir su luz.
- ¿Estabas con alguien más?

Rädsla se limitó a asentir con la cabeza. Un amigo. Un amor. No sabía exactamente qué era, así que se limitó a no extrapolar la situación. De todos modos poco importaba ya, mientras salía del apartamento vio una docena de hombres entrando en su piso y escuchó varios disparos. Lo más probable era que Bosco estuviera muerto. Muerto. No se atrevió a volver. Siguió corriendo. Estaba sola, ya no tenía a nadie. Una lágrima resbaló por su mejilla.

- ¿Qué paso?- preguntó la chica suavemente.
- Él... él... lo asesinaron- los ojos de la chica resplandecían de comprensión cuando pronunció "él". Si habían intentado huir juntos, debían de ser algo más que amigos. Por suerte para Rädsla, no siguió preguntando.-Conseguimos huir en una ocasión. Pero la última vez, aquellos hombres vestidos de negro... los disparos...- el dolor se intensificó en su estómago, creando un nudo en su garganta.- Eran demasiados.

1 comentario:

¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )