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domingo, 4 de agosto de 2013

#426

Cuando ya no pudo seguir caminando, ni siquiera un centímetro, dejó caer la cabeza en la tierra y esperó a la muerte. Estaba demasiado cansada in. cluso para sentir el terror en su cuerpo. Por encima de su cabeza y a su alrededor sólo había oscuridad, y los sonidos del bosque formaban una melodía que la sacaba del mundo. Se sentía en su funeral. Sentía cómo la bajaban a su oscuro y angosto nicho, y su madre estaba allí, y su padre, y Bosco.

Todos contemplaban cómo su cuerpo descendía poco a poco.

Se encontraba en un estrecho túnel negro, lleno de niebla, pero Rädsla no tenía miedo.

Bosco la esperaba al otro lado; Bosco de pie, sonriente, bañado por la luz del sol.

Él alargaba sus brazos hacia ella, le llamaba...

Eh, eh...

Despierta.

- ¡Eh! Despierta. Vamos, venga, vamos.

Aquella voz la llevaba de vuelta al mundo real, y por un instante se sintió realmente desilusionada al abrir los ojos y ver que no estaba frente a Bosco, si no delante de un rostro desconocido. No podía pensar, pues lo que hasta ahora había sido su mundo, se había descompuesto. Cabello negro, nariz afilada, ojos grises brillantes.

- Venga, eso es, quédate conmigo. Tage, ¿dónde está el agua?

Tenía una mano bajo la nuca y , de repente, la salvación. Una sensación helada, líquida, que se deslizaba: el agua le llenaba la boca, le atravesaba la tráquea y se llevaba el sabor a humo. Primero tosió, pues casi se ahogó, lo que por un instante le dio ganas de llorar. Después tragó todo lo que pudo, mientras la mano seguía sujetando su cabeza y la voz la animaba a beber:

- Eso es. Bebe, bebe todo lo que necesites. Está bien. Ya estás a salvo.

Así es como nacían los bebés: acunados en brazos de alguien, indefensos.

La fiebre la arrastró una vez más. Tenías escasos momentos de vigilia y captó imágenes inconexas. Más manos la levantaban, escuchaba más voces y captó el azul que en aquel momento le pareció el cielo. Después percibió el olor de una hoguera de campamento y notó algo húmedo y frío contra su piel, sentía un dolor lacerante en el costado; luego, el hielo y el alivio. Una suavidad que se deslizaba por todo su cuerpo.

Tuvo sueños llenos de explosiones y violencia: sueños compuestos de piel derretida y esqueletos calcinados. Bosco nunca volvería a ella. Se había adelantado y había desaparecido al fondo del túnel. Se había ido más allá. Casi siempre que despertaba, aquella chica de pelo negro estaba a su lado, pidiéndole que bebiera agua o poniéndole un paño fresco en la frente. Las manos le olían a humo y madera.  Y, por debajo, entre el sueño y el despertar, entre la fiebre y los escalofríos, sus palabras se repetían una y otra y otra vez, de forma que la traían de vuelta del abismo. A salvo. A salvo. Estás a salvo.

La fiebre cedió, por fin, después de no sabía cuánto tiempo, y finalmente se deslizó hacia la conciencia, ayudada por aquellas palabras, suave, delicadamente.

Incluso antes de abrir los ojos, escuchó el entrechocar de platos, olió carne asada y escuchó el murmullo de unas voces. Lo primero que pensó es que estaba en casa y que su madre estaba a punto de llamarla para que bajara a desayunar.

Después vino el aluvión de recuerdos: la huida de la jaula, el reencuentro con Bosco y sus días y noches sola en el bosque.Abrió los ojos de repente, trató de incorporarse, pero el cuerpo no la obedecía. Otra vez el recuerdo de la jaula le estrujó el alma. Tan solo podía alzar la cabeza, era como si se le hubiera vuelto a entumecer todo el cuerpo.

La chica del pelo negro, la que debía haberla encontrado y llevado a aquel lugar, estaba de pie en un rincón. Se dio la vuelta en cuanto la escuchó moverse.

- Ten cuidado- dijo. Sacó la mano del fregadero, empapada hasta el codo. Tenía la cara afilada, sus dientes eran minúsculos, demasiado pequeños en comparación con sus carnosos labios, y estaban bastante torcidos. Atravesó la habitación y se agachó a su lado.- Llevas inconsciente un día entero.

- ¿Dónde estoy?- consiguió decir. Apenas reconociendo su voz de lo áspera que estaba.
- Aquí lo llamamos campamento base.
- No, quiero decir... ¿Sigo dentro del estado de Nueva York?
- No, te encuentras a 15km de Nueva York.- contestó con cautela. Se puso de pie y, sin decir una sola palabra más, salió de la habitación. Le llegaban voces desconocidas por la puerta abierta. Sintió una breve punzada de miedo y se preguntó si habría cometido un error al mencionar Nueva York. Pero no. Fueran quienes fueran, debían estar de su lado; la habían salvado y la habían tenido inconsciente y a su merced durante días.

1 comentario:

¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )