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sábado, 17 de diciembre de 2011

#343

El lugar donde se escondió estaba oscuro, pero ella hizo lo que pudo para entrar en aquel angustioso lugar. Estaban jugando al escondite, pero ella lo vivía como si de un peligro monstruoso se tratase. Si se escondía bien estaría a salvo, por eso tenía que estarse tan quieta como si fuera un busto de mármol.


Dentro de aquel armario, la niña escuchaba. Imaginó lo que estaba sucediendo fuera, tal como su padre le había enseñado. Muy cerca, unas voces sonaron. Supuso que serían los demás niños en busca del escondite perfecto. Voces suaves y cantarinas, llenas de nerviosismo y alegría. En la distancia, George, el niño que se la quedaba, gritaba los números en alto. Ochenta, ochenta y uno, ochenta y dos... pronto llegaría a cien y comenzaría la caza. 


Prestó atención, esperando oír el ruido de las zapatillas chirriantes de George correteando por el pasillo. Ese chirriar apresurado, como siempre que un niño corría. Se preguntaba si la encontrarían, si sería capaz de esconderse por siempre jamás.


Motas de polvo, cientos de ellas, bailaban en el haz de luz solar que se filtraba entre las puertas del armario. La pequeña sonrió y entonces George y el juego desaparecieron de sus pensamientos. Extendió un dedo e intentó atrapar una mota. Se rió bajito del modo en el que las motas parecían acercarse para después escabullirse.


Los ruidos más allá de su escondite eran ahora diferentes. La pequeña podía escuchar el escándalo de las cosas moviéndose, de voces exaltadas. Se inclinó como pudo hacia la rendija y apretó su carita contra la fría madera de las puertas. Con un ojo examinó la habitación. Una cama, lámparas, mesas y cajas llenas de vete tú a saber qué cosas. 


Sonó un golpe y tras un momento de tensión, la niña volvió a reír. 




- Le estuvimos buscando por el hospital pero al no dar con usted decidimos llamarle. Tenemos noticias sobre el estado de Evelyn Brown. ¿Está sentado? La noticia podría ser un poco fuerte para usted.
- Dígame.
- La señorita Brown... ha.... ha quedado en coma.
- ¿En coma? - Dimitri estaba exaltado.
- Sí, lo siento mucho.
- Iré al hospital en cuanto pueda. Gracias.
- Adiós.


Colgó el teléfono y se dirigió a Alyssa.


- ¡No está muerta! ¡Eve, no está muerta! - gritó con una sonrisa de oreja a oreja.
- Sí, lo he oído, pero está en coma.
- ¡Pero no está muerta! ¡Vamos al hospital!


Llegaron al hospital y corrieron a la habitación de Evelyn. Allí estaba ella, entubada, envuelta en vendas y con el cuerpo lleno de moratones. Pero su pecho subía y bajaba con normalidad y los aparatos pitaban a un ritmo normal. Estaba viva, y eso era lo único que importaba.


Dentro de Evelyn, todo era como un sueño.


- ¡Ajá!- exclamó una voz fuera del armario-. ¡Te encontré! - Las puertas del armario se abrieron y la pequeña parpadeó ante la inmensa luz de la habitación. La habían encontrado.

5 comentarios:

  1. Al fin me puesto al día y no tengo palabras para pedirte que sigas, por favor ¡Continua!

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  2. Hace mucho que no pasaba por aquí, es un gustazo volver a leerte :) Besos!

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  3. me quede sin plabras,maravilloso como relatas,quiero la continuacion pronto si?
    besitos!!

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  4. Ay dios, menos mal que la encontraron...
    Es curioso, será cierto que cuando estamos en coma soñamos basándonos en lo que ocurre a nuestro alrededor?

    Un besico :)

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  5. IZR soy yo ajajaja
    Se me olvidó decirte: como lo haces para expresar algo que no te pasó? es difícil..
    En fin, no sigo pesadenado, cuidate !

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¡Hola! Acabas de decidir garabatear algo para mi, espero de todo corazón que te haya gustado mi blog.
¡Un besito! ¡Y gracias por pasar!
(¡Ah! Y no olvides que puedes quedarte en el desván ^.^ )