Bebieron el té en silencio, aunque no podían evitar mirarse. Elena estaba sintiendo sentimientos, ¿sería ese su príncipe azul? Él tenía una sonrisa perfecta y unos labios carnosos que la instaban a besarlo.
El chico terminó su bebida y se levantó acercándose a Elena. Sus ojos verdes iluminaban toda la sala. A ella le perdía esa mirada de la que emanaba un halo de misterio seductor.
- ¿Me permites este baile....? Que descortesía, aún no te he preguntado tu nombre.
- Elena.
- Charles. ¿Me permites este baile Elena? - dijo invitándola a coger su mano.
Elena aceptó y le tendió su mano. Se acercaron a la pista y justo empezó otra canción, un tango.
Charles puso su mano en la cintura de Elena, cosa que hizo que todo su cuerpo se acelerara. Ella puso una mano en su hombro y con la otra agarró fuerte la mano libre de Charles. Estaban muy cerca y la química hacía saltar chispas entre ellos. Comenzaron a bailar, nadie del establecimiento pudo evitar fijarse en ellos, lo hacían como si fueran expertos. Había pasión y sensualidad en aquel baile. Giros, roces... ellos estaban olvidados del resto del mundo, pero el mundo se paró para contemplarlos a ellos. Los demás pararon de bailar, murmuraban, estaban verdes de envidia.
Elena no podía hacer otra cosa que pensar en él. Cada roce, cada mirada, hacían que ella sólo tuviera más ganas de besarlo.
Y en aquel bar donde la música pareció parar por un momento, Elena y Charles se besaron, satisfaciendo así a sus anhelantes corazones.
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