Era una noche de luna llena. Ésta se dejaba ver a través de unas nubes que amenazaban con un día de lluvia torrencial. Allan se encontraba desnudo en mitad de la calle. El viento lo acariciaba por completo y la humedad lo ahogaba sin piedad.
Era un momento de desesperación, hacía apenas una hora que había recibido la llamada más desoladora que jamás hubiera podido imaginar; le habían dicho que jamás volvería a ver a Elisa, que no podría volver a decirle te quiero, que no volvería a sentir su aliento en su cuello. Le dijeron que no volvería a ver el sonrojo de sus mejillas y sobre todo que jamás volvería a sentir la calidez de su piel junto a la suya.
Corría y corría como loco. Era su última oportunidad para verla, para estar con ella.
Las piedras se clavaban en sus pies descalzos, las malas hierbas le hacían heridas en sus piernas y la lluvia, que ya había comenzado a caer, le acuchillaba la piel como si de mil puñales se tratara.
Llegó al acantilado en el que solía estar con ella; con la oscuridad apenas veía el fondo y sólo era capaz de escuchar los golpes del oleaje contra las afiladas rocas.
Cerró los ojos y pensó en Elisa. Recordó por un momento sus suaves y sonrosadas mejillas, sus grandes ojos miel, su cálida piel tan blanca como la pureza y esos labios que lo solían llevar a la perdición. Pensó en ella y dio un paso hacia delante. Y mientras caía, volvió a gritarle al cielo una vez más "Esta vida ya no tiene sentido sin ti Elisa"
que lindoooo blog, un beso y segui asi! http://notodoesloqeparece.blogspot.com
ResponderEliminarDesolador en todo sentido ._______. Se transmiten muy bien los sentimientos del pobre Allan.
ResponderEliminarSaludos <3