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domingo, 17 de julio de 2011

#238

Cuando Alice llegó a casa era muy tarde. La tarde en el lago había sido de lo más interesante. Fer era de lo más divertido y amable. Cuando se iban a ir se ofreció a llevarlas a todas a sus casas en su flamante coche rojo. A Alice le encantaba ese color, le recordaba al amor, a la sensualidad. Y también le gustaba Fer, no era como Marco, aunque sus ojos azules eran idénticos. 


Abrió la puerta de casa y fue sigilosamente a su habitación. Entró y se desvistió sin encender la luz. De repente escuchó un ruido detrás de ella. Y allí estaba él, Marco. Sus ojos brillaban más que nunca, aún en la oscuridad se veían perfectamente. Sonrió.


- ¿Qué haces aquí? Es muy tarde.- Marco se acercó a ella y la cogió por la cintura. La tumbó sobre la cama y sonrió como nunca.

El corazón de Alice iba a mil por hora. Le acarició la mejilla suavemente.



- Te echo de menos.- dijo Marco mientras Alice se perdía en su piel.
- No es posible.
- Pues así es- le dijo mientras la volvía a besar.-mucho. 
- Marco, no es posible. Tu no eres real.-dijo dándole la espalda.


El corazón de Marco dejó de latir. Las palabras fueron capaces de matarlo. Si ella no creía en él no podía seguir viviendo. Fue difuminándose poco a poco hasta desaparecer.


- Pero te quiero...-dijo Alice dándose la vuelta, pero él ya no estaba, se había ido, por su culpa.- Vuelve por favor... 

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